Diferencias entre vino de reserva y vino de crianza
La experiencia de una buena comida no está completa si no se acompaña del vino correcto, el cual ayuda a potenciar los sabores. Para cada momento hay un vino que combina de forma perfecta, ya sea para una celebración especial, como los espumosos, o apreciar un plato excepcional.
Los vinos cambian sus características en el proceso de maduración, partiendo de los vinos jóvenes que se embotellan casi inmediatamente, conservando el sabor de la tierra. Cuando quieres gozar de tonos más complejos, es necesario pasar por el envejecimiento en barricas de madera.
Así, se obtienen los vinos de crianza y de reserva, los cuales se diferencian principalmente por el tiempo de maduración en barrica y botella. Conoce las principales diferencias entre los equilibrados vinos de crianza y los más complejos y profundos vinos de reserva.
¿Qué es un vino de reserva?
En general, en el mundo de la enología este término se asocia a caldos de alta calidad, que han pasado por un proceso de envejecimiento. El mismo se coloca primero en una barrica de madera y posteriormente, pasa un tiempo madurando en la botella.
Un vino de reserva pasa al menos 12 meses envejeciendo en una barrica, para luego mantenerse unos 2 años en la botella antes de salir al mercado.
La maduración del vino hace que su calidad cambie, ya que la fermentación va ocurriendo lentamente, dando estructura tanto al aroma como el sabor del mismo. Para esto, la primera fase se da en barricas donde ocurre una fermentación oxidativa, puesto que pasan pequeñas cantidades de oxígeno por los poros de la madera.
Además, los taninos presentes en la barrica se van combinando con los de la uva, para dar paso a un líquido único y con personalidad. Las barricas se suelen fabricar con madera de roble, teniendo importancia tanto la especie usada como la edad de las mismas.
El roble americano (Quercus alba) se suele utilizar cuando se buscan caldos aromáticos, que ataquen el olfato antes de inundar el paladar. Suele impregnar al vino de sabor a coco, vainilla, café y cacao, siendo este más dulce y cremoso.
Cuando el enólogo busca sabores más refinados, con texturas sedosas y sabor a especias, preferirá usar barricas de roble francés (Quercus petraea). Aquí resaltarán tonos de frutos secos, miel, toques balsámicos y un ligero aroma a tabaco.
El envejecimiento del vino para obtener un caldo de reserva, debe hacerse en condiciones controladas de temperatura, humedad y luminosidad.
Luego, el caldo pasa a reposar en las botellas por unos 2 años para una fermentación reductora, donde termina de asentar sus características. Esto se hace en condiciones de semi oscuridad, con temperaturas entre 12 a 15° C y cuidando que el corcho siempre quede humedecido con el vino.
Además, se tienen los llamados vinos de Gran Reserva, lo cuales sufren una maduración de al menos 5 años. De estos, pasan 18 meses en la barrica y el resto del tiempo en la botella, lo que les aporta más cuerpo y un aroma más profundo.
Los vitivinicultores del Nuevo Mundo (Chile y Argentina), consideran vinos de reserva a aquellos obtenidos a partir de sus mejores uvas y que han pasado algún tiempo en barrica.
En general, la mayoría de las bodegas elaboran vinos de reserva o gran Reserva cuando la añada ha sido buena a excelente, por lo que podrán obtener un producto excepcional. La calidad de la añada se determina por las condiciones climáticas imperantes en el año de la cosecha, considerándose excelente a buena cuando las condiciones favorecen el desarrollo de la uva y han tenido pocas variaciones en el año.
¿Qué es un vino de crianza?
Este es un vino que también pasa por un proceso de maduración, pero es mucho más corto que en el caso de los vinos de reserva. Así, suelen pasar en la barrica 12 meses para los tintos, mientras que los rosados y los blancos se maduran durante 6 meses.
Posteriormente, el vino debe estar en botella hasta que cumpla 2 años desde que empezó la maduración (1 año para los tintos y 18 meses los blancos y rosados). Todo esto en condiciones controladas de temperatura y humedad.
Durante la crianza, el vino toma aromas más intensos a madera, tostados y especias, sin perder totalmente el tono floral y afrutado que caracteriza a los caldos jóvenes.
Una de las características que cambia en el vino de crianza es el color, ya que los tintos dejan de ser brillantes, tomando tonos cereza intensos. Los blancos también se hacen un poco más oscuros y se aprecian tonos dorados muy delicados.
Los vinos de crianza suelen tener un cuerpo más intenso que los jóvenes, los cuales no han sido madurados, y mantienen el aroma de la madera de la barrica. Tienen a tener un nivel equilibrado de taninos, siendo menos ácidos que los jóvenes, pero conservando algunas de sus características.
Al llevarlos a la boca, se siente algo de peso aportado por el envejecimiento en la barrica, además de un cierto aroma a coco y vainilla. En general, son vinos redondos, ya que tienen un buen balance de los tonos amargos, ácidos y salados.
El vino de crianza suele ser equilibrado y elegante, pudiendo apreciarse los aromas secundarios y terciarios a medida que lo degustas.
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Diferencias entre vino reserva y vino de crianza
Como has podido apreciar, en ambos tipos de vino la clave es la maduración, lo cual ayuda a mejorar el cuerpo y los aromas de estos. Las barricas de madera aportan personalidad y sabores únicos, mientas que la espera en la botella permite que el vino se asiente.
Cada vino tiene particularidades distintas, que vienen dadas tanto por la variedad de uva como por el tiempo de maduración. Las diferencias más importantes, son:
- El vino de crianza debe madurarse por un mínimo de 2 años, de los cuales 6 meses son en barrica para rosados y blancos, mientras que los tintos lo hacen 12 meses. Un vino de reserva tiene que envejecer por 3 años, con igual tiempo en barrica que los de crianza.
- Los vinos de reserva se suelen elaborar a partir de las mejores añadas de cada viñedo. Por su parte, los de crianza se hacen a partir de uvas de buena calidad, generalmente de añadas regulares a buenas.
- Un vino de reserva se puede conservar hasta unos 10 años o un poco más, para que mantengan sus características. En cambio, el vino de crianza se debe consumir en los próximos 5 años luego de su añada, aunque puede mantenerse unos años más en condiciones óptimas de almacenamiento.
- Los vinos de crianza suelen tener colores más intensos, generalmente de cereza a caoba en los tintos, mientras que los blancos van perdiendo el tono verdoso. Puedes reconocer un vino de reserva, ya que los blancos suelen ser más oscuros (tendiendo al ámbar), y los tintos se ven más claros (tonos semejantes a la teja).
- En un vino de crianza es posible distinguir los aromas primarios, principalmente los florales y afrutados, empezando a percibirse más sutilmente los secundarios y terciarios. Un vino de reserva tendrá aromas más intensos, adquiridos del mayor tiempo en la barrica, resaltando los especiados, ahumados y hasta aquellos que recuerdan el cuero de los gran reserva.
- El cuerpo de los vinos de crianza suele ser más ligero, aunque con mayor densidad que un vino joven. Por su parte, los de reserva son vinos complejos, con buena densidad y una textura aterciopelada, que otorga la maduración por mayor número de años.